Una famosa canción de Tuna fue la melodía de la película “El guardián del paraíso”

 

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.


“Cascorro, Cibeles y el Arco de Cuchilleros...” así comenzaba el estribillo de la pegadiza melodía (“Calles sin rumbo”, letra y música de M. Muñoz Molleda, interpretada en la película por la cantante mexicana Ana María González), que servía de "leit motiv" musical al film español de los años cincuenta “El guardián del paraíso” que recuerdo haber visto durante mi lejana infancia y que el otro día tuve ocasión de revisar en 8 Televisión.

Madrid, sus plazas, sus calles, sus ambientes, paisajes y paisanaje, más o menos mixtificados para no tener problemas con la censura, fueron escenario frecuente de muchas de las comedias españolas producidas en los años cincuenta del pasado siglo. Cito de memoria; “Esa pareja feliz” (1951) “Manolo, guardia, urbano” (1956); “Mi tío Jacinto” (1956); “Las muchachas de azul” (1957), “La vida por delante” (1958), “Las chicas de la Cruz Roja”(1958) y otras mas cuya relación completa puede hallarse en el libro de Luis Deltell “Madrid en el cine de la década de los cincuenta”, editado en 2006.

Una de estas “pelis” simpáticas de ambiente madrileñista y castizo es “El guardián del paraíso” producida en 1955 (Roncesvalles Cesáreo-González) con dirección de Arturo Ruiz Castillo sobre un guion de Manuel Pombo Angulo. El protagonista principal y nexo de unión entre las tres historias contadas en la película es Manolo, un sereno en las calles del Madrid de los Austrias, interpretado con su buen hacer habitual por un joven Fernando Fernán Gómez, arropado por grandes actores españoles de la época como Emma Penella, Elvirá Quintillá, José María Rodero, Pepe Isbert, Antonio Riquelme, Rafael Bardem, Felix Dafauce, Antonio Ozores… casi nadie.

Las tres historias, la del poeta alcohólico, la de la monjita y la del atraco a la fábrica son bastante ingenuas, como convenía al público al que iban dirigidas, pero aún así, vistas desde la distancia es posible apreciar en ellas algunos elementos, conscientes o no, de crítica social, que reflejan situaciones corrientes de la época, como la venta clandestina de medicamentos en las “boites”, las precarias condiciones de trabajo de la clase trabajadora y el ambiente humano, entre festivo y resignado, de las calles de Madrid, pobladas de vagos, pícaros y vendedores de décimos falsos de lotería que hacen perfectamente reconocibles aquellos años a algunos que todavía los recordamos.El guardian del paraiso

Decíamos que el protagonista es un sereno “un agente de la autoridad” como ufanamente se define Manolo a sí mismo, aun renegando de lo duro y desagradecido de su oficio. El sereno, desparecido hace años de nuestras calles y añorado por muchos que lo conocieron, era una figura clave en la sociedad de la posguerra: auxiliar de la Autoridad, celoso vigilante de la moralidad y de las costumbres (“hija, no vengas tarde, que va a decir el sereno” decían algunas madres a sus hijas casaderas), dispuesto a echar una mano al transeúnte perdido o “mareado”; todos sabíamos que aparecería como un clavo, cuando caía la noche y cerraban los portales, uniformado con un amplio gabán y gorra de plato, provisto de su chuzo y de un sonante cinturón llavero. Para los vecinos, el sereno era una garantía de seguridad y de comodidad, que nos dispensaba del engorro de cargar con las pesadas llaves de los portales, conocedores de que el sereno estaba siempre cerca (¡sereno! … ¡va… !) para abrirles la puerta y echar una parrafada a altas horas de la madrugada, a cambio de una “rubia” voluntaria y agradecida.

Un recuerdo también para Arturo Ruiz Castillo (1910-1994) director de esta y de otras películas, hijo del editor José Ruiz Castillo (“Biblioteca Nueva”), fundador junto con García Lorca del grupo teatral “La Barraca”, en el que desempeño funciones de técnico y dibujante. En esta película hay escenas francamente conseguidas, como son todas las de la feria o aquella en la que Manolo filosóficamente contempla la vida a través del aro de un humilde churro. No se la pierdan.


Publicación: 07/01/19