Félix O. Martín Sárraga

Es de conocimiento general la costumbre de los escolares de antaño de "correr la tuna" suponía un "medio que permitía la supervivencia del estudiante durante el período vacacional" (1) que se practicaba en cuadrillas "integradas tanto por verdaderos estudiantes como por personas poco interesadas en el estudio y pertenecientes “la aristocracia de los pícaros” (2).

Tenía la salvedad de que únicamente se podía realizar "en la época de vacaciones y debían hacerlo por vía recta desde su casa a la universidad para incorporarse al curso por San Lucas y de esta a su domicilio cuando finalizaban las clases por San Juan, porque en caso contrario perderían el fuero académico y serían enviados a servir en la marina o el ejército" (3), estando acreditado que "también se hizo por diversión para acudir a la romería de alguno de los pueblos cercanos a la Universidad o para dar matraca a la ciudad entera por carnaval" (1).

Ahora, gracias a un relato datado a mediados de 1833, conocemos que a esta costumbre estudiantil también se la conoció como "excursión estudiantina", "ir de estudiantina" o simplemente "estudiantina" a la vez que esas excursiones pudieron escaparse de la aplicación de la normativa vigente viajando a Portugal (cuya frontera está a poco más de 100 kms. de la Universidad de Salamanca y a donde viajan sus protagonistas), esquivando así su detección por la justicia. El párrafo que nos lo revela esta sinonimia dice así (4):

«La estudiantina, o sea, peregrinación de estudiantes que van de pueblo en pueblo no a hacer penitencia sino a divertirse divirtiendo a los demás es una de las costumbres más características de España, costumbre que agrada siempre a los naturales y encanta a los extranjeros. No hay nada más animado, nada más bullicioso que esas excursiones de jóvenes recorriendo las grandes y chicas poblaciones, atrayendo a la muchedumbre con su algazara, improvisando cantares a todo el mundo y principalmente a las mujeres cuya vanidad saben herir agradablemente en sus más delicadas fibras, no conociendo el reposo ni el cansancio, en fin, pidiendo y no obteniendo dinero de todos los espectadores, no como limosna sino como debida recompensa. Para esto es absolutamente preciso el antiguo traje que sólo se emplea ya en las excursiones de que voy hablando, y con el cual no hay chiste picante, no hay adulación, no hay travesura, no hay nada que no sea tolerado por el que hace la víctima, y aplaudido por la generalidad; si bien debo advertir que los estudiantes tienen bastante buen seso para contener sus bromas en los límites del decoro».

En 1846 Isidoro Villaroya habó de ello como una "caravana estudiantina".

Posteriormente encontramos un anuncio en la prensa madrileña de 1860 que mostraba la urgencia de encontrar a alguien que supiera tocar la flauta para comenzar su excursión diciendo (5):

«Troneras somos: Cinco estudiantes necesitan una flauta para ir de estudiantina, a escape, que viene el curso. Hortaleza, 48, de nueve a una».

Pues eso... que a esta costumbre estudiantil no sólo se la llamó "correr la tuna". 

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Imagen: 

Blanco y Negro. 27-08-1916. Pag 20-21.

Fuentes:

1. Martín Sárraga, FO. y Asencio González, R. Diccionario histórico de vocablos de Tunas y Estudiantinas, así como de escolares del Antiguo Régimen. TVNAE MVNDI. 2014. pag. 77 y ss.
2. Asencio González, R. A vueltas con la película “Tuno negro”.  Visto en 2011.
3. Martín Sárraga, FO. Mitos y evidencia histórica sobre las Tunas y Estudiantinas. eBook. Editorial Cauces. Lima, 2016. Pag. 46-47.
4. Villegas, J.M. Una excursión estudiantina. El Correo de Ultramar. Tomo II. Año 12. Número 38. 1853. 
5. La Correspondencia de España, diario universal de noticias. Año XIII Número 676. 14-07-1860. Pag. 4.

Publicación: 10/10/19     Actualización: 08/06/20