Cuando me notificaron que había sido designado Gran Maestre de este año, lo primero que me vino a la mente fue que entraba en la última etapa de mi vida, puesto que este tipo de reconocimientos llegan cuando los demás interpretan que uno está próximo a dejar de ser útil a la sociedad. Quizás les pudo motivar mi doctorado en historia sobre la tuna universitaria o el ictus sufrido, pero, en cualquier caso, supone un gran honor. Y este honor adquiere especial significado porque creé este reconocimiento en 1989 cuando, siendo jefe de la tuna murciana de galenos, pensando que se otorgara a políticos, artistas, mecenas y autores como muestra de agradecimiento por apoyar a la tuna, pero especialmente por precederme la Decana de mi Facultad. No obstante, este reconocimiento me permite dirigirles palabras que aprovecharé para darles unas pinceladas porque Murcia fue la CCAA preferida por las estudiantinas y tunas académicas, realizando aquí sus actividades benéficas durante la historia española previa a la democracia actual.

 

Es imperativo mencionar el origen de la Tuna porque aún existen políticos y periodistas que siguen con la matraca de que es el último reducto del franquismo cuando, en todo caso, lo es del reinado de Isabel II porque surgen tras una Orden de 1834 que liberó las fiestas de máscaras, precedente imprescindible para la creación de las primeras comparsas estudiantiles que evolucionaron a las tunas actuales. Estas estudiantinas carnavalescas dieron lugar a tunas femeninas desde el reinado de Alfonso XIII, incorporándose la mujer también entonces a las tunas universitarias sin rechazo alguno, integración que continuó hasta la Segunda República.

 

Toca hablar del Carnaval porque, junto a la Academia, fue el padre de la tuna, dotándola de su carácter altruista por el que salió a la calle pidiendo dinero con el que ayudar a víctimas de epidemias, guerras y todo tipo de catástrofes, situaciones que se manifestaron con especial inquina en nuestra Región debido a las epidemias de cólera y riadas sufridas durante el siglo XIX.

 

Es importante hablar de la Beneficencia porque es en Murcia donde hallamos en 1834 a la estudiantina postulante más antigua de todo el país pidiendo dinero para auxiliar a los pobres enfermos por la epidemia de cólera que causó 317 muertes en nuestra Región, y la actividad de la Estudiantina del Colegio de San Fulgencio, que en 1865 recabó limosnas con las que ayudar a las víctimas de otra epidemia de cólera que se llevó la vida de 766 personas. Es igualmente justo recordar a la Estudiantina Escolar Murciana y a la Estudiantina del Conservatorio de Música de Murcia, que postularon para ayudar a las víctimas de la Riada de Santa Teresa, inundación que en 1879 causó la muerte de 761 personas. Tampoco debemos olvidar a la Estudiantina de la Escuela de Canto y Declamación de Murcia que, en 1884, recaudó fondos para ayudar a los huérfanos y viudas dejados por la Riada de la Ascensión, que destruyó casi 5.000 casas además de los puentes del Reguerón y del Azarbe Mayor.

 

La historia demuestra que la tuna académica fue la agrupación de mayor actividad solidaria previa a la Guerra Civil, dedicando más del 75% de sus colectas a la beneficencia, víctimas de catástrofes naturales, auxilio los pobres, soldados heridos en guerras y hospitales, erigiéndose en la ONG más importante antes de la dictadura. Luego, a pesar de las prohibiciones impuestas por el franquismo, continuó realizando actividades benéficas que dedicaron más del 70% de las recaudaciones a ayudar a los estudiantes necesitados y a los comedores universitarios.

 

Es necesario hablar del Teatro Romea porque ha sido testigo de momentos importantísimos de la vida murciana. Muchas estudiantinas participaron en actividades benéficas sobre su escenario. Entre ellas hay dos que merecen recordarse: la Estudiantina de Salamanca que, integrada por niños de la banda de la Casa de la Misericordia de Murcia, fue organizada por Acisclo Díaz Rochel para ayudar a las víctimas de la Riada de la Ascensión, participando también participó en las fiestas organizadas en 1884 para conmemorar el natalicio de Diego Saavedra Fajardo y allegando fondos el mismo año para ayudar a las víctimas de los terremotos sufridos en Andalucía; y la Estudiantina del Sanatorio que, conformada por señoritas de la capital, fue fundada y dirigida por José Pérez Mateos (fundador de la Sociedad Española de Otorrinolaringología) para recabar fondos para la construcción del Sanatorio Antituberculoso de Sierra Espuña. Con tal fin postuló por las calles y participó en este mismo lugar en una función benéfica celebrada el 1 de abril de 1914.

 

En las últimas décadas la Tuna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia ha tomado el testigo de esta tradición filantrópica recogiendo alimentos al final de cada año para el comedor social que ofrece la Fundación Jesús Abandonado en el inmueble de la antigua Casa de la Misericordia. También lleva su música y alegría a centros de la tercera edad, participa en eventos académicos o culturales y colabora con toda asociación benéfica que lo requiera. Merece un recuerdo especial su compromiso con nuestras Fiestas de Primavera al organizar el Certamen Internacional de Tunas Costa Cálida desde su origen. Debo recordar que fue declarado de interés turístico regional 26 años atrás, así como que es el certamen permanente más antiguo de España y el segundo de Europa. Por todo ello, al comparar las 19 tunas invitadas en 1989 con las 6 de este año, como Gran Maestre no puedo desperdiciar esta oportunidad para rogar a las autoridades competentes el incremento de su dotación económica al punto de permitir invitar a una docena de tunas a partir de su próxima edición.

 

Pero este pregón no puede finalizar sin resaltar los Valores que transmite la tuna universitaria, todos especialmente necesarios en una sociedad que cambia vertiginosamente en la actualidad. Injustamente solo se la suele asociar con su vida bohemia y alegre pero bajo esa impresión superficial se encuentra su esencia: Su carácter iniciático inculca el respeto a los mayores, fomenta que sus integrantes sean personas seguras de sí mismas, emprendedoras y resolutivas, impulsa el desarrollo de sus habilidades, la inclusividad y el trabajo en equipo proyectándolos a la sociedad con un fuerte vínculo hacia su Alma Mater en un entorno en el que la música es el vehículo cultural necesario que facilita el enriquecimiento personal y potencia la aculturación con sus viajes. Por todo ello podemos afirmar que la tuna es la organización universitaria española más solidaria de la historia, mantiene la transmisión de valores sociales y forma parte de una gran familia universal. ¡Aúpa tuna!