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El origen medieval y sopista de la tuna universitaria fue un constructo costumbrista del siglo XIX

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Félix O. Martín Sárraga

ORCID 0000-0001-7451-0984

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Eric Hobsbawm publicó en 1983 “La invención de la tradición” postulando que, en sociedades en proceso de cambio rápido y profundo, los pueblos buscaban legitimidad en su ámbito nacional inventándose tradiciones. El sentido de estas tradiciones inventadas era "inculcar determinados valores o normas de comportamiento mediante su repetición porque ello implicaba automáticamente una continuidad con el pasado". Este autor añade que, cuando es posible, intentan conectarse a un pasado histórico que les sea adecuado. De esta manera, la continuidad de las tradiciones inventadas es, en gran parte, ficticia. Dicho en palabras de Hobsbawm, “hay respuestas a nuevas situaciones que… imponen su propio pasado por medio de una repetición casi obligatoria”. Por ello, en la introducción a su libro, afirma que “las tradiciones que parecen o reclaman ser antiguas son a menudo bastantes recientes en su origen y a veces inventadas” (1).

Por este motivo desde hace casi 10 años vengo sosteniendo que “los hechos sufren distorsiones si se relatan desde el prisma ideológico del investigador” y pongo como ejemplo las palabras de Carlos Monsivais sobre un evento mexicano de estudiantinas de 1968 que finalizaron diciendo: “La razón de ser de estos conjuntos indumento-músico-vocales… no es la tradición real, sino la posibilidad de cubrirse con una tradición, de manejarse como si se fuese el largo producto de una sola herencia” (2).

Por ello, demostrado su origen a partir de las comparsas del carnaval isabelino (3) surgen dudas sobre la veracidad de la transmisión oral del relato del hipotético origen medieval y sopista de la tuna que nos ha llegado por transmisión oral a través de integrantes de las antiguas Tunas Universitarias del SEU (4) y nos planteamos varias interrogantes: ¿Cuáles son las fuentes primarias que hablaron de los estudiantes sopistas? ¿Hubo continuidad temporal en ellas? ¿Cuándo aparecen por primera vez los estudiantes sopistas en los textos y en obra pictórica? ¿Tuvo el costumbrismo  algún papel en este relato?

Acometimos la investigación asumiendo la gran dificultad que supone las falta de la imprenta en el Antiguo Régimen y que los datos fehacientes que nos han llegado sobre la vida y costumbres de los estudiantes afloran a través de las Leyes, Estatutos, Reglamentos y Constituciones de los Colegios Mayores y Universidades (5), artículos publicados posteriormente (6) y la labor investigadora de Margarita Torremocha Hernández (7). Las primeras se centraron en la vestimenta, actividades y prohibiciones aplicables a los escolares mientras que Torremocha Hernández estudió exhaustivamente áreas como el fuero académico, el sistema de matriculación, la población estudiantil, los escolares en las posadas, mesones y hospederías, los estudios, los grados, la vida cotidiana de los universitarios y los requisitos exigidos a los aspirantes a becas en un Colegio Menor de la universidad de Valladolid.

Cuando intentamos dar respuesta a nuestras preguntas iniciales, sorprende que la más antigua asociación de un estudiante y la sopa conventual nos la brinda en 1605 el Capítulo XXXVIII de la primera parte de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. En ella Cervantes decía “…aunque sea de las sobras de los ricos, que es la mayor miseria del estudiante esto que entre ellos llaman andar a la sopa…” (8) y que la sarna y el hambre abundaban en los escolares (9), características que no sorprenden dada las pésimas condiciones de higiene y pobreza generalizada del momento. Hugo Hernán Ramírez afirma que  la opinión acerca de eruditos (profesores o estudiantes) era negativa entonces, hecho que se manifestó en la obra de Cervantes con sátiras a las prácticas en su Quijote,  Entremeses,  Novelas ejemplares, Rinconete y Cortadillo, El licenciado Vidriera, La señora Cornelia y La tía fingida (10). Recordó la preocupación que generaban las apariencias en los ambientes académicos al prohibir que los estudiantes lucieran signos de superioridad (ostentaciones derivadas de la riqueza) para evitar conflictos y poniendo como ejemplo que el Cardenal Cisneros prohibió el uso de símbolos de estatus por los escolares. Con el tema de la discriminación dice que aparece la imagen del estudiante pobre y abusado que es víctima de las burlas de los escolares ricos, y comenta “de semejante cuadro dio cuenta ampliamente la picaresca española con obras en las que el estudiante suele ser aquel que vive de prestado, dedicado a estafas y hurtos, usuario siempre de un tono cínico y gracioso, pícaro a veces, pero también paciente de picardías (11).

Por otra parte llama la atención que, siendo generalizada la pobreza en el país, los grandes maestros de la pintura medieval no se interesaran por ella y por el alivio que pudo suponer la sopa conventual. Sólo hemos detectado que, cuarenta años después de publicarse la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, Murillo trató el reparto de la sopa boba en su lienzo “San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres” (Imagen 1). En este lienzo, datado en el entorno de 1645-1646, no se detecta por su indumentaria, a nadie que pudiera ser un estudiante, únicamente a potenciales viudas con niños, huérfanos, tullidos y ancianos. Esta evidencia resulta significativa, posteriormente España estuvo sumida en una pobreza generalizada durante los últimos años del Antiguo Régimen y el inicio de la Modernidad (12) no apareciendo tampoco identificación pictórica de escolares en el reparto de la sopa boba.

Sopa boba color el el Convento San Diego de Alcala Bartolome Murillo

Imagen 1. Murillo (ca. 1645-46). San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres.

Igualmente es en los últimos años del antiguo Régimen cuando se publica el pliego de cordel “El decano de los tunos y rector de los sopistas. Pronóstico, diario de quartos de Luna y Juicio de los acontecimientos naurales y políticos de la Europa, para el año de 1766. Por el pequeño piscator de Salamanca, el Doctor Isidoro Ortiz Gallardo de Villarroel, del Gremio, y claustro de la Universidad de Salamanca, y su catedrático de Mathemáticas” (13). Como otros tantos de la época, este no tuvo nada que ver con la tuna actual puesto que estudiantina y tuna no fueron sinónimos hasta 1914 (14). Dicha obra se publicó veintitrés años antes de que la palabra tuno apareciera por primera vez en un diccionario, significando “pordiosero, el que anda pidiendo de puerta en puerta. Pordiosero, vagabundo” (15), definición que se muestra acorde con la pobreza reinante entonces. Poco después, en el entorno de 1770, la imprenta valenciana de Agustín Laborda editó una hoja suelta con texto escrito en latín macarrónico. Fue la “Nueva relación, y entretenida, en donde se refiere alguna parte de la vida del estudiante Tunante, en particular algunos hechos de seis Estudiantes vagamundos [sic]. Compuesta por un ingenio murciano” (16).  Debemos ahora recordar que, desde que la palabra tunante apareció por primera vez en un diccionario, mantuvo el mismo significado: "el que tuna o anda vagando" (17) (por lo que entonces tuno y tunante equivalían a vagabundo, con la peculiaridad de que tuno, además, era  pordiosero pedigüeño), y  que la Revolución Francesa (1789-1799) marcó el final del Antiguo Régimen (18).

Luego el Costumbrismo, caracterizado por la descripción detallada de las costumbres típicas de un país o región (19), impregnó la literatura, pintura, música y teatro españoles y que, según Enrique Rubio Cremades determinó la discriminación entre lo español y lo no español (20). Fue durante este periodo cuando, en 1793 se publicó la obra literaria de Giacinto de Nobili “El azote de tunos, holgazanes y vagabundos. Obrita útil a todos, en la qual se descubren los engaños y fraudes de los que corren el mundo a costa agena [sic]. Refiérense muchísimos casos acontecidos en materia de Vagos, para desengaño e instrucción de la gente sencilla y crédula” (21). Como se puede apreciar, su título es fiel reflejo del significado que entonces tenía la palabra tuno. En este marco temporal José María Blanco y Crespo (22), más conocido como José María Blanco White, recordaba los requisitos para obtener una plaza de colegial:

“El primer paso es la Prueba Sumaria con respecto a la legitimidad, limpieza de sangre, nobleza y demás circunstancias del candidato. Tres testigos tomados de entre las familias más notables de la ciudad tienen que presentarse al Rector del Colegio y declarar bajo juramento lo que conocen con respecto a este punto. Los tres testigos y el Rector firman la declaración que se presenta después a la aprobación del Colegio y se guarda en el Archivo.

[…]

Tras la prueba sumaria seguía el examen con respecto a la ciencia del candidato. Después venía el largo y costoso proceso de la prueba de noble genealogía. Uno de los colegiales, designado por el Colegio como informante, tenía que ir al lugar o lugares de nacimiento de los padres y abuelos del candidato. Cuando uno o más de los antepasados había nacido fuera de España, como sucedió en mi caso, la investigación tenía lugar en Sevilla. Había que examinar bajo juramento a treinta testigos y sus respuestas a un largo interrogatorio impreso, que forma parte de los Estatutos, las escribía el informante de su propia mano. La menor sospecha de una sombra de mácula de sangre judía, mora o africana; de penitencia impuesta por la Inquisición a alguno de sus ascendientes por lejano que fuese; o que alguno de ellos hubiera sido criado o servidor, o hubiera ejercido lo que se llama un oficio bajo, o de haber sido castigado públicamente en la forma que la justicia reserva para los plebeyos; cualquier sospecha de esta clase se hubiera investigado concienzudamente, y de no ser demostrada satisfactoriamente su falsedad, hubiera producido la exclusión del candidato.

[…]

Una vez terminadas todas las pruebas y cuando ya se había fijado el día de la admisión del nuevo colegial, éste tenía que pasar por una absurda y ridícula prueba de paciencia, una verdadera insensatez que creo fue abolida poco después de mi salida del Colegio. Durante la semana anterior a su admisión, el candidato tenía que hacer un paseo diario de una hora por el patio principal del Colegio, acompañado por uno de los criados del Colegio y por su propio fámulo o paje. Este último era un estudiante pobre que aceptaba este humilde oficio a cambio de comida, alojamiento y los vestidos desechados de su señor, para poder estudiar una carrera universitaria: Teología, Derecho o Medicina. Durante estos paseos, que recibían el nombre de caravanas, el pobre aspirante tenía que soportar pacientemente las burlas de la chusma que nunca dejaba de asistir. Podían hacer con él lo que les viniera en gana con tal de no causarle daño físico, y el pobre hombre tenía que sufrirlo todo sin decir una palabra... Cualquier reacción a una broma pesada o cualquier tipo de queja lo condenaba irremediablemente a un chapuzón en la fuente que ocupaba el centro del patio.

[…]

En la mañana del día señalado para la admisión, con la Sala Rectoral llena de los invitados a la ceremonia, el nuevo colegial era conducido hasta la puerta del salón por los servidores del Colegio, atado a una larga cuerda, de la que uno de los mozos de cocina hacía como si tirara con toda su fuerza. Una vez libre de esta ruidosa escolta, el elegido tenía que permanecer en pie vestido con sotana y manteo de bayeta negra (el traje de los estudiantes universitarios) mientras uno de los colegiales divertía a los reunidos a expensas del novato leyéndoles una composición llamada vejamen, parecida al viejo Terrae filius de Oxford. Después de esta última prueba de paciencia, el candidato hacía los juramentos prescritos ante el Rector, el cual, acto seguido, lo despojaba del vestido negro, que se echaba a los servidores, y lo investía con la toga del Colegio. A partir de este momento no había más que pruebas de respeto por parte de los criados del Colegio hacia su nuevo señor, y se olvidaban completamente las pasadas saturnales”.

También desveló que en 1796, según los estatutos del Colegio Mayor de Santo Tomás, los colegiales tenían que ir siempre vestidos con sus togas (hábitos largos) pero, como “debían ir de dos en dos, o por lo menos acompañados por uno de los criados”, el traje colegial no se usaba más que en las visitas formales o en otras ceremonias especiales. Por ello, salvo en estas ocasiones, los colegiales iban de incógnito. Recordaba igualmente que se consideraba que el hábito colegial era muy incómodo:

“…consistía de una enorme toga enteriza de tela negra, cerrada por delante y con dos aberturas en los lados, y una pieza de tela azul (la beca) cuya forma y modo de llevarla encuentro difícil de describir. El trozo de tela es de un pie de ancho y unos ocho o nueve de largo. Se dobla por la mitad como formando un ángulo y, manteniendo la doblez delante del pecho, se echan las dos mitades sobre los hombros, de manera que bajan por la espalda hasta cerca de los talones. La parte que cuelga del hombro izquierdo se hace más ancha a unos dos pies de su extremo, y en ese lugar tiene un anillo circular de madera, de una pulgada de espeso, cubierto por la misma tela”.

Entonces fue cuando, en 1805, Carlos IV dictó su Novísima Recopilación de las Leyes de España (23) reunió las leyes dictadas por Felipe II en 1567 y todas las resoluciones, disposiciones, pragmáticas, cédulas, decretos, órdenes, resoluciones reales y otras providencisds expedidas hasta 1804.  Su Recopilación, con disposiciones específicas para la universidad de Salamanca, buscó que se cumpliera lo contemplado en los Estatutos y Constituciones de los Estudios y Universidades, dispuso que los estudiantes podían pedir limosna en la ciudad donde estudiaban pero con licencia previa del rector, evitó que la vestimenta pudiera plasmar signos de la capacidad económica de los escolares, obligó que sólo se usaran tricornios, determinó que la manera de desplazarse de sus casas a las universidades y viceversa era por la ruta más corta, estableció la jurisdicción del Rector y Maestrescuela para los delitos de los escolares y las condiciones para la reincorporación a la universidad de quienes hubieran perdido el fuero académico. 

                1. Ordenó que los escolares sólo pudieran recibir pasaportes de los Rectores y Maestres de Escuela de las Universidades para ir de éstas a sus casas por vía recta (ruta más corta) so pena de ser tratados como los demás vagos y poder verse incorporados forzosamente en la milicia (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo V, titulo XXIII, Ley XIII).
                2. Decretó los trajes que debían llevar los escolares en las universidades (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo III, titulo XIII, Ley XVI).
                3. Prohibió las guarniciones de trajes, las capas y balandranes de seda, el uso de oro y plata en la tela y guarnición en cualquier vestido aunque sean jubones, manteos y otros a excepción de los trajes de guerra y aderezos de caballería permitidos (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro VI, titulo XIII, Ley V).
                4. Prohibió el uso de sombreros gachos y chambergos, mandando que usara un sombrero levantadas las alas a tres picos (tricornio) (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro VI, titulo XIII, Ley XV).
                5. Estableció la relación de juegos prohibidos a los escolares en las universidades del Reino (Novísima Recopilación de las Leyes de España. Tomo XII, Libro XII, Leyes 1, 13 y 14).
                6. Estableció los requisitos de los escolares para que los universitarios pudieran gozar de la exención del servicio militar (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo I, titulo IX, Ley XV).
                7. Obligó que, al comienzo de cada un año, todos los individuos de la Universidad de Salamanca juraran acatar los estatutos y constituciones del Estudio de Salamanca so pena de perder los beneficios que tienen y sean considerados como extraños del Reino (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo V, título XII, Ley V).
                8. Obligó el juramento de obediendo Rectori in licitis et honestis al realizar la matrícula y como requisito para gozar del fuero académico y poder incorporarse a las universidades (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Tomo VI, Libro VIII, Título VII)
                9. Dispuso las condiciones para la reincorporación a la universidad quienes se los apartó porque, sin estudiar, se matricularon solo por gozar del fuero académico con la intención de inhibirse de la justicia ordinaria ante sus delitos, pleitos y contiendas (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro VIII, titulo VI. Ley II).
                10. Determina la jurisdicción del Rector y Maestrescuela de la Universidad de Salamanca para actuar en los delitos de los estudiantes (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro VIII, titulo VI)
                11. Dio permiso a los estudiantes para pedir limosna donde (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro VIII, Título XXXIV) y especificó que ello requería la emisión previa de una licencia emitida por el rector (juez eclesiástico si no hubiere rector) (Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro VII, titulo XXXIX, Ley VII).

Luego la desamortización de 1814 determinó la desaparición del reparto generalizado de la sopa boba en la península (24) y al año siguiente Antonio Luís Morán Saus y cols. detectaron el manuscrito más antiguo del sainete en un acto y en verso “Los tunos castigados” (25) que en 1839 aún hallamos en la cartelera del Teatro del Liceo de Barcelona (26) en tiempos en los que el vocablo tuno significaba “lo mismo que tunante, el que anda vagando” (27), connotaciones muy parecidas a las ofrecidas por Esteban de Terrero y Pandos en 1788.

Poco después, en el entorno de 1820, se publicó un poema narrativo en formato de pliego de cordel, el “Romance nuevo, del modo de vivir de los pobres estudiantes, que estudian en Valencia”. Ilustrado con lenguaje especular (Imagen 2), muestra a un lego repartiendo la sopa diciendo “Esperarse, o les daré con la cuchara” mientras que los escolares le responden “Frai zoquete, vamos [sic] a pisa, que tenemos hambre veterana [sic] y estudiantina” (28).

Romance cdel modo de vivir

 Imagen 2. Romance nuevo, del modo de vivir de los pobres estudiantes, que estudian en Valencia. (1820). A la izqda. el original. A la dcha. su imagen especular para poder leer bien la respuesta de los escolares.

Curiosamente se repite el tema en otro poema anónimo publicado por una imprenta barcelonesa en un pliego de cordel de título muy similar: “Nuevo y curioso romance del modo de vivir de los pobres estudiantes, que estudian en Valencia” (Imagen 3), ahora sin texto acompañando al grabado (29). Es también entre 1805 y 1844 cuando Rafael García Rodríguez fuera impresor en Córdoba y publicara un romancero del siglo XVIII que, en latín macarrónico, comienza diciendo “Ego scolasticus pauper, / aunque en letras consumado” (30) alardeando de su condición de pobre.

Nuevo y curioso romance del modo de vivir de los pobres estudiantes

Imagen 3. Nuevo y curioso romance del modo de vivir de los pobres estudiantes, que estudian en Valencia.

En este marco temporal es cuando el madrileño Leonardo Alenza y Nieto pinta “La sopa boba” (Imagen 4) que se exhibe en el Museo Lázaro Galdeano y plasma un cuadro en el que, a las puertas de un convento, un monje reparte la sopa de su caldero a numerosos pordioseros y tullidos que se arremolinan a su alrededor, observados en la distancia por una dama y un militar (31), sin identificarse tampoco por su vestimenta a escolar alguno.

Leonardo Alenza y Nieto La sopa bobaImagen 4.  Leonardo Alenza y Nieto. La sopa boba

Todo adquiere especial relevancia en el entorno de 1843-1844 cuando se publicó la primera edición de “Los españoles pintados por sí mismos”, obra que buscaba “las raíces del sentimiento nacional” (32), en la que Antonio Luís Morán Saus y cols. identificaron el primer dibujo de un estudiante de la tuna portando una cuchara en el bicornio (33) (Imagen 5).

 estudiante de la tuna

Imagen 5.  El estudiante de la tuna (1843-44). En: Antonio Luís Morán Saus y cols. Cancionero de estudiantes de la tuna. El cantar estudiantil, de la Edad Media al siglo XX. (2003). Op. Cit., pág. 56.

Una nueva desamortización, impulsada en 1836 por Mendizábal, puso en venta todos los bienes de la Iglesia que hubieran pertenecido a las suprimidas corporaciones religiosas (34), con lo que su reparto puntual comenzó a decaer a medida que se consumó su venta. Casi veinte años después el periódico El isleño dio noticia de que “por fortuna” habían “desaparecido los conventos y, con ellos, la bazofia nauseabunda que sus repletos moradores distribuían a los pobres” (35), seguramente porque entonces fue cuando desapareció finalmente el reparto de la sopa boba que, puntual y no continuadamente, se repartió en algunos centros religiosos del entorno de Madrid y Valencia (36). Al año siguiente Cecilia Böhl de Faber, bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, publicaba este ramillete de versos impregnados del costumbrismo estudiantil (37):

De una cuchara de palo

que llevaba un estudiante,

se fabricaron las puertas

del castillo de Alicante.

 

Un estudiante tunante

Quiso pintar a la luna,

Y del hambre que tenía

Pintó un plato de aceitunas.

 

Que viva la tuna!

¡Que viva el jaleo,

la sotana vieja

y el roto manteo!

 

Anda, vida mía,

abre la ventana;

mira que lucida

llevo la sotana.

 

En 1860 un pliego suelto ofrecía la letra “Estudiantina”, una jota petitoria (37) impregnada de costumbrismo:

Caballero generoso

échenos una peseta

que tenemos la barriga

como un farol de retreta.

 

Es tanto el hambre que tengo

que ahora mismo me comiera

ocho panes de seis libras

y detrás la panadera.

 

Caballero respetuoso

Alargue esa mano amiga

Para liberar del hambre

Nuestra escuálida barriga.

 

Señora de esa ventana

si a usté [sic] le place esta luna

échenos un peso duro

para aplacar esta gazuza.

 

Échenos cuatro reales,

Caballero del bigote,

para comprar una escoba

con que barrer el gañote.

 

Usté, señor farmacéutico

bien puede aplacar filantrópico

con el jarabe de Méjico

el hambre de un escolástico.

El mismo año se publicaba en verso su “Arte tunantesco, ó sea, Diálogo entro dos tunantes sobre las preeminecias, grados y recibimientos que tienen dichos Tunos, su autor Ignacio Farinelo, graduado fue en varias porterías de conventos” (38) y en este marco temporal se publicaba el pliego de cordel "Vida del estudiante Borrascas" (Imagen 6).

Vida del estudiante Borrascas pliego de cordel. Imprentas de Cristina Segura y Vda. de A. Llorens. Barcelona circa 1860

Imagen 6. Vida del estudiante Borrascas. (ca. 1860). Pliego de cordel. mprentas de Cristina Segura y Vda. de A. Llorens. Barcelona. Colección del autor.

Seis años después, cuando había desaparecido el reparto puntual de la sopa de los conventos, Serafín Martínez del Rincón y Trives pintaba “El reparto de la sopa en un convento de capuchinos” (Imagen 7), donde tampoco se aprecia imagen sugestiva de algún estudiante y que pareciera añorar una escena de un pasado aún reciente (39). Poco después, en 1872, Javier Fuentes y Ponte publicaba la novela “Murcia que se fue”, novela costumbrista que plasmaba las desventuras y argucias del sopista Caña-Eja (40).

sopa boba 1866 El reparto de la sopa en un convento de capuchinos

Imagen 7. Serafín Martínez del Rincón y Trives. (1866). El reparto de la sopa en un convento de capuchinos. Museo del Prado.

A todo ello se unen otras novelas costumbristas como El bachiller de Salamanca (1845), Cantos del trovador (1859), Los españoles de ogaño (1872), La capa del estudiante (1880), Cuentos viejos (1880), así como el teatro español (1865 a 1934) y francés (1891) y la zarzuela durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX (41), sirviendo de ejemplo "La estudiantina",  zarzuela en tres actos registrada en 1893 con letra de Eusebio Sierra y música de Gregorio Mateos (42).

También el costumbrismo estudiantil se reflejó en las zarzuelas que se presentaron en los teatros, como Los tunos castigados (1864), La estudiantina (1893) y El mesón de los estudiantes (1908) (43), así como en la obra pictórica de pintores como John Bagnold Burguess (Imagen 8), Lucas Villaamil (Imagen 9) y otros, llegando Cecilio Plá y Domínguez (Imagen 10) a pintar directamente en paredes y techos del Palacio de Medinaceli en Madrid (44). Dicho sea todo sin desmerecer las maravillosas colecciones de pinturas de Roberto Martínez del Río y Rafael Santalla, llenas de escenas y retratos de personas con la indumentaria de integrantes de estudiantinas y tunas decimonónicas que frecuentemente ceden a exposiciones sobre la tuna, como la que acompañó a su conferencia ilustrada que tuvo lugar el 17 de mayo de 2024 como parte de los actos conmemorativos del XXX Aniversario de la Tuna Universitaria de Zamora.
John Bagnold Burguess La comida en la fuente 1883 y El guitarrista ca 1883

Imagen 8. John Bagnold Burguess. Izqda.: La comida en la fuente. (1883). Dcha.: El guitarrista. (ca. 1883).

Lucas Villaamil L. ca. 1890. Escena de majas y estudiantes en Madrid

Imagen 9. Lucas Villaamil. (ca. 1890). Escena de majas y estudiantes en Madrid. Subastas Fígaro. En venta el 20-04-2015. Techos del Palacio de Medinaceli. 1892. En Filmoteca Española. Fotograma del NODO nº 1126B. 03 08 1964

Imagen 10. Cecilio Plá y Domínguez. (1892). Techos del Palacio de Medinaceli. Filmoteca Española. Fotograma del NODO nº 1126B, 03-08-1964.

Posteriormente Luciano Sánchez Santarén pintaba en 1902 la bandera de la Tuna escolar Vallisoletana (Imagen 11).

Luciano Sánchez Santarén

Imagen 11. Luciano Sánchez Santarén. (1902). Bandera de la Tuna Escolar VallisoletanaColección del Museo de la Universidad de Valladolid.

Dos años después José Padilla Sánchez, compositor de casi mil canciones, de las que cabe destacar La violetera, El relicario y Estudiantina portuguesa, fundó y dirigió la Tuna del Conservatorio de Madrid (45) en momentos en los que el neo costumbrismo propició que se publicara La Casa de la Troya (1915), El libro del mal estudiante (1919) y Farsa de estudiantina (1919) (46) (Imagen 12) así como que Rafael Juliá Entraigues pintara su Maja con estudiante con pipa (Imagen 13).

El libro del mal estudiante y Farsa de estudiantina portadas

Imagen 12. Portadas de El libro del mal estudiante y Farsa de estudiantina. Colección del autor.  Rafael Juliá Entraigues. Ca 1910. Maja y estudiante con pipa

Imagen 13. Rafael Juliá Entraigues (ca. 1910). Maja con estudiante con pipa. Colección de Rafael Santalla.

Finalizamos esta investigación con el programa de mano del III Concurso Nacional de Tunas organizado por el Sindicato Español Universitario en Cádiz los días 4 y 5 de febrero de 1956 que fue editado por el Servicio Nacional de Prensa y Propaganda del Sindicato. El texto impreso en la contraportada del díptico no dej lugar a dudas del papel que tuvo el SEU y sus Tunas en que el mito permeara y se continuara divulgando como comentáramos en 2019 (47) (Imagen 14).

3 Concurso Nacional de Tunas. Programa de mano. Cadiz 1956. Imagen 14. III Concurso Nacional de Tunas.(1956). Programa de mano. Colección del autor.

La escasa documentación primaria sobre los estudiantes sopistas medievales, la aparición de la primera imagen de un estudiante con cuchara en el bicornio en la década de 1840 y la abundantísima cantidad de fuentes de todo tipo sobre ellos durante el costumbrismo decimonónico, la evidencia documental aquí plasmada permite afirmar que el origen medieval y sopista llegado por transmisión oral es un constructo decimonónico propiciado por la repetición de contenidos costumbristas en la literatura (novelas, pliegos de cordel y poesía), artículos de prensa, pintura (óleos y grabados), teatro y composiciones musicales (zarzuelas, canciones) que se recogió y difundió en el franquismo dando a entender una continuidad con el pasado, tal y como Hobsbawm advertía.

 

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Fuentes:

  1. Hobsbawm, EJ. (1983). The invention of tradition. Cambridge: The Press Syndicate of the University of Cambridge.
  2. Martín Sárraga, FO. (2016). Mitos y evidencia histórica sobre las Tunas y Estudiantinas. Murcia: TVNAE MVNDI, págs. 24-25.
  3. Martín Sárraga, FO. (2022). Compromiso social de las estudiantinas y tunas universitarias desde su creación hasta la Segunda República. Tesis Doctoral. Facultad de Letras. Departamento de Historia moderna, Contemporánea, de América, del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos. Universidad de Murcia, págs. 157-255
  4. Ibídem, pág. 208.
  5. Íñiguez de Arnedo, J. (1695). Constituciones de la Universidad de Toledo. 07-11-1695, pág. 4; Arazola L. y cols. (1832). Enciclopedia española de Derecho y Administración o Nuevo teatro universal de la Legislación de España e Indias. Tomo V. Madrid: Imprenta de Díaz y Compañía, págs. 668-684; Martos de la Fuente, J. (1928). Discurso de la Solemne apertura del curso académico 1928-1929. Granada Librería López Guevara, pág. 22; Eguía, C. (1957). Colegios Mayores. En: Temas españoles (319). Madrid: Publicaciones Españolas, págs. 4-6.
  6. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. (1904). nº 8 y 9, Agosto-Sept., págs. 113-114; Puyol, J. (1929). El Colegio de Santa Cruz y los Colegios Mayores. Boletín de la Real Academia de la Historia, págs. 819-820; La Gaceta Literaria. (1930). Madrid. 15-05-1930, pág. 15.
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Publicación: 30/05/24