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Adriana Meluk Orozco, psicóloga y psicoanalista

Conferencia impartida el 25 de enero de 2025 en el VIII Congreso Iberoamericano de Tunas.


Aunque es un deseo humano intentar generar un cambio ante una situación que nos confronta, nos angustia o nos genera dificultades, hacerlo es una de las cosas más difíciles. Nos resistimos incluso cuando la situación es francamente incómoda. Sabemos que esta resistencia no se debe únicamente a factores externos, sino que, de forma predominante, responde a nuestro propio psiquismo, en su mayoría inconsciente, lo cual hace complejo abandonar lo conocido.

Hemos de reflexionar sobre algo que suele repetirse: se dice mucho que las personas deben salir de sus “zonas de confort”. Yo me pregunto: si realmente estás en confort, ¿por qué habría que cambiarlo? Más bien, invitaría a la observación de por qué tendemos a aferrarnos a lo conocido, incluso cuando esto no necesariamente nos brinda comodidad.

Siempre les digo a mis pacientes que, aunque cambiar es deseable y posible, no es sencillo. La prueba de ello es que muchas personas invierten tiempo, esfuerzo y dinero, pero aun así se resisten a modificar aquello que la evidencia indica que podría mejorar sus vidas. Estas modificaciones, en muchos casos, permitirían aclarar, explicar y favorecer una nueva comprensión de los hechos. Sin embargo, los seres humanos somos pasionales y emotivos, y estos aspectos suelen imponerse sobre la razón.

A manera de prologo les comento algo. Hace un par de años ocurrió una situación que me llevó a reflexionar profundamente sobre este tema y quiero compartirla con ustedes. Félix, presidente de Tunae Mundi, defendió su tesis doctoral en Historia sobre la tuna universitaria y, más tarde, se convirtió en un precioso libro titulado La hija del carnaval. Este libro recoge, de manera rigurosa y contrastada, la historia de la tuna y destaca, como uno de sus puntos significativos en el origen, su compromiso social. Félix invitó a uno de sus colegas de mayor edad (un hombre culto apasionado por los temas relacionados con la tuna que ha leído y estudiado mucho), a escribir el prólogo de dicho libro. Su respuesta me dejó perpleja y  conecta directamente con el tema de hoy: 

“Sé que tu libro es serio y muestra toda la evidencia, pero no puedo prologarlo porque no puedo ir en contra de las ‘creencias’ de mi tuna".

Cuando escuché esto me explotó la cabeza. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía un estudioso del tema priorizar la adhesión al grupo por encima de la evidencia? ¿Cómo era posible que años de estudio y su propia capacidad de análisis quedaran subordinados a un conjunto de creencias? ¿Por qué preferir callar y aceptar falacias en lugar de informar o ilustrar a sus colegas?

Lo más significativo fue notar cómo el grupo, en este caso, funcionaba como una especie de “secta” donde seguir a los líderes era obligatorio y el costo de no hacerlo era la exclusión. Esto convertía las ideas en algo más cercano a los actos de fe o al fanatismo. Esta situación me llevó a reflexionar profundamente sobre cómo, en ocasiones, vivimos la tuna: con defensas más parecidas a las de la inquisición o los grupos sectarios, alejándonos de los verdaderos propósitos, objetivos y valores que esta organización debería promover como ya hemos abordado en otras conferencias.

 

El peso de los mitos frente a la evidencia

Para muchos de nosotros, resulta reconfortante imaginar el origen de la tuna rodeado de misticismo, grandiosidad y linaje. Creer que provenimos de la Edad Media, con 500 años de historia, con estudiantes humildes que se sobrepusieron a adversidades y lograron algo grandioso, nos llena de orgullo y reafirma nuestra narrativa mítica. Este tipo de historias nos otorgan un cierto abolengo y nos sustentan con un aire de nobleza. Si a esta narrativa le añadimos el romance del juglar, la pasión por una idea, sacrificios, intrigas sociales y luchas de poder, tenemos el escenario perfecto para una novela (casi lista para vender a Netflix).

Esto me lleva a reflexionar sobre nuestros propios orígenes. ¿Quién no tiene en su historia familiar ese mito del antepasado noble, de linaje, que tuvo una fortuna que luego se perdió? Estas historias inflan nuestro narcisismo familiar y nos desconectan de la realidad de nuestro verdadero origen. Sin embargo, al igual que en la vida misma, el origen de la tuna es más humilde y sencillo. Y no por eso deja de ser importante.

Hablar, reflexionar e informar sigue siendo una tarea impopular, y cambiar nuestras ideas sigue percibiéndose como una amenaza. Tunae Mundi ha sido centro de muchas pasiones y críticas precisamente por asumir el pecado de informar: señalar que no somos ni tan nobles ni tan perfectos. La tuna, en esencia, es una organización que tiene valor por su capacidad de convocar, de formar grupos de personas, de incentivar valores, y por ser parte del patrimonio universitario y escolar. Pero aceptar esta versión menos idealizada nos resulta difícil; la mayoría prefiere mantenerse inmóvil ante el conocimiento.

 

El desafío del cambio: resistencia psíquica y sus raíces

Emprendí la tarea de comprender por qué existe esta resistencia al cambio y cómo podemos abordarla. Cambiar implica enfrentarnos a algo nuevo, a lo incierto, y psíquicamente esto nos genera un rechazo inmediato. Nuestra mente busca soportes que nos mantengan seguros y estables. Por eso, muchas veces, las personas prefieren empeorar una situación conocida antes que avanzar hacia lo desconocido. Desde la psicología, esto se denomina “resistencia al cambio”.

La resistencia al cambio se define como: “la reacción negativa o la oposición que las personas muestran frente a modificaciones en su entorno, especialmente en contextos organizacionales o grupales”. Esta resistencia puede manifestarse de diversas formas, desde el rechazo abierto hasta actitudes más sutiles y pasivas.

Existen múltiples ejemplos de resistencia al cambio en la ciencia. Uno muy actual es el de la evolución de nuestra comprensión sobre el origen del ser humano. Durante años nos creímos especiales en comparación con otras especies, descalificando a los neandertales. Sin embargo, hoy sabemos que ellos forman parte de nuestra historia común e incluso habitan en nuestra genética.

Aquí es donde surge un punto interesante: los científicos que exponen descubrimientos o amplían conocimientos suelen enfrentarse a resistencias iniciales, muchas veces provenientes de sus propias comunidades. Este rechazo puede ser total, llevando incluso a la descalificación de su trabajo. En estos casos, el nuevo conocimiento es percibido como una amenaza, generando actitudes persecutorias y defensivas. Este fenómeno, desde la psicología, se conoce como funcionamiento esquizo-paranoide. Es un mecanismo donde el mundo se divide en “bueno” y “malo”: lo nuevo se percibe como peligroso, y quienes lo representan también. Esto explica, en parte, la forma en que ciertos comportamientos grupales en la tuna pueden llegar a parecerse más al fanatismo que al aprendizaje.

 

El peso de la información y las creencias

En el caso de la tuna, algo que podría facilitar la asimilación del cambio es la información, pero hemos visto cómo, a pesar de que esta está disponible, muchas veces se evita, se desvirtúa o se transforma en objeto de discusiones emocionales. Estas discusiones suelen terminar con un contundente “no creo en eso”, lo que refuerza la inercia de mantener inalteradas las ideas transmitidas de generación en generación. Cambiar implicaría un esfuerzo psíquico: desprendernos de nuestras certezas, tolerar la incertidumbre e integrar nuevos aspectos. Este proceso es difícil porque nuestra psique busca defenderse de estos desafíos.

Aquí surge una pregunta importante: ¿qué amenaza representa realmente el cambio de ideas sobre nuestro origen? ¿Dónde radica esa amenaza? ¿En qué punto se ve comprometida nuestra valía o nuestra identidad? Es entonces cuando entramos al territorio del narcisismo, un tema complejo que no abordaré en profundidad aquí. Sin embargo, es esencial señalar que es importante valorar lo que realmente tenemos y no seguir sustentándonos en mitos idealizados. Félix, en uno de sus trabajos, hace un análisis bellísimo sobre cómo las ideas costumbristas y el deseo de darle grandiosidad a España fortalecieron el mito de la tuna. Estas ideas se repitieron durante años sin ser contrastadas, y, durante mucho tiempo, la referencia más importante para nuestra historia fue una novela que asumimos como verdad.

 

Creencias: su naturaleza y su peso

En psicología, definimos una creencia como: “una representación mental que la persona considera verdadera, aunque no necesariamente pueda ser comprobada objetivamente. Es una estructura cognitiva que organiza y codifica la información sobre algo, es decir, un acercamiento al mundo que da forma a nuestra percepción de quiénes somos y cómo funcionan las cosas”.

Las creencias no solo moldean nuestra percepción del mundo, sino que también guían nuestras decisiones y comportamientos. Su origen está profundamente influenciado por la educación, la cultura y la interacción social. Además, cuando una creencia es compartida, refuerza la cohesión social. En grupos como la tuna, el sentido de pertenencia es fundamental, y las creencias tienen un valor emocional significativo. Esto explica, por ejemplo, por qué aquel colega que se negó a escribir el prólogo del libro de Félix prefirió priorizar su filiación social y sus emociones por encima de la evidencia. Este es un reflejo de una resistencia común: la mezcla de narcisismo frágil y necesidades humanas básicas como el apoyo, el reconocimiento y la pertenencia.

Las creencias tienen diversas funciones, entre las que se destacan: simplificar la realidad, brindar un marco de referencia y servir como base para tomar decisiones. No todas las creencias son igualmente sólidas; algunas son más flexibles y pueden cambiar ante nuevos hallazgos, mientras que otras son rígidas y resisten incluso a pruebas irrefutables.

 

El papel de las creencias en la tuna

Durante mucho tiempo, la falta de información sustentada sobre la tuna permitió que se construyeran historias basadas en hechos parciales, que terminaron siendo percibidas como “creíbles”. Por casi 100 años, estas narrativas se repitieron sin ser cuestionadas. A mí, personalmente, me resultó complicado soltar esas ideas iniciales, pues la historia que surgió después me parecía menos pomposa que la que teníamos. Sin embargo, era necesario romper con mis propias angustias y apegos para evolucionar en la comprensión.

Muchos compañeros de la tuna siguen aferrados a estas ideas transmitidas, y cuando se les presenta una historia contrastada, reaccionan viéndola como una amenaza. Esto sigue siendo uno de los principales factores que dificultan el acercamiento al conocimiento. Es casi como si renunciar a “mi verdad” (aquello que subjetivamente me sostiene) significara aceptar “tu verdad” (aquello que muestran los hechos objetivos), lo cual se percibe como una imposición. De esta manera, el debate entra en el territorio de las disputas y rebeliones.

 

Creencias, actos de fe y su relación con el fanatismo

El principal problema con las creencias es que no admiten cuestionamientos. No requieren demostraciones empíricas o argumentales, ya que son una de las formas más básicas de la experiencia y, por tanto, subjetivas. En términos verbales, las creencias suelen expresarse con afirmaciones como: “Es así porque lo dijo X” (frecuentemente una figura de autoridad). Este es exactamente el caso de la tuna: tomamos hechos parciales y les otorgamos un carácter certero e inamovible, acercándonos al territorio del acto de fe, donde no se necesita evidencia, solo aceptación y repetición.

Cuando una creencia se somete a comprobaciones científicas o fácticas y estas la respaldan, se transforma en conocimiento o ley. Sin embargo, mientras no se cuestione, las creencias suelen funcionar como una forma de calmar nuestras angustias frente al sin sentido que muchas cosas tienen. En el caso de la tuna, las creencias rígidas han sido limitantes, disminuyendo el conocimiento y promoviendo un funcionamiento de tipo fanático.

La Real Academia Española (RAE) define fanatismo como: “apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones religiosas o políticas”. En términos más generales, el fanático defiende dogmáticamente sus ideas y no respeta las de los demás.

Goldstein (2019) explica que el fanatismo surge cuando un sujeto se subordina completamente a un dogma, utilizando este para sostener su propia identidad y cohesionar un grupo en torno a un objeto que se idealiza o denigra. Esta forma de pensamiento y acción exagerada, tenaz e incondicional puede observarse en la forma en que algunos miembros de la tuna defienden ideas relacionadas con su origen, funcionamiento o pertenencia.

El fanático está convencido de que su idea es única, válida y mejor. En este sentido, es crucial para quienes investigamos temas relacionados con la tuna mantenernos vigilantes para no caer en autoritarismos, obsesiones o discriminaciones. El saber debe ser dialogante, no impositivo, y para ello es necesario reducir actitudes defensivas y promover el intercambio.

 

El liderazgo y las masas: la estructura jerárquica en la tuna

Freud, en su texto Psicología de las masas y análisis del yo (1921), describe cómo el fanatismo es una defensa frente a la inseguridad emocional. En los grupos, surge un líder que encarna el poder y la autoridad, y el resto de los integrantes se convierten en seguidores obedientes, fascinados por esa figura. En este contexto, no hay lugar para la crítica; simplemente se asume lo que el líder dice como verdad absoluta.

En las tunas, esto se observa en las jerarquías y la veteranía, donde a menudo hemos sido testigos de abusos de poder disfrazados de formación o exigencia institucional. Este funcionamiento autoritario crea un “sometimiento temeroso” en los miembros más jóvenes, quienes cumplen por miedo al castigo o la exclusión.

Esto resulta especialmente preocupante porque los nuevos miembros son los más vulnerables a las transmisiones fanáticas de ideas dentro del grupo. Al aceptar estas ideas sin cuestionarlas, el grupo refuerza la cohesión, pero lo hace a costa de fomentar un pensamiento rígido y dogmático que elimina la libertad y el desarrollo del pensamiento crítico.

 

El peligro del fanatismo: un obstáculo para la evolución del conocimiento

Cuando el fanatismo se instala en un grupo, las ideas se convierten en ídolos que deben protegerse a cualquier precio, incluso destruyendo a quienes piensen diferente. Aunque no todo fanatismo es radical, en nuestra vida cotidiana observamos pequeños actos fanáticos: obstinación, testarudez o la defensa desmedida de ciertas ideas, elevándolas a la categoría de verdad absoluta.

La solución a este problema radica en fomentar la tolerancia al pensamiento diferente, aprendiendo a aceptar las diferencias sin percibirlas como amenazas. Como menciona Puchol (2016) en su artículo Fanatismo en la vida cotidiana, es posible entrar en conflicto con las ideas del otro sin anular la validez de ambas perspectivas.

 

Creencias y conocimiento científico: un diálogo necesario

En los grupos, como en la tuna, coexistimos con dos tipos de conocimiento: el de la creencia y el de la evidencia. La apertura radica en la disposición de ambos a dialogar, permitiendo que cada uno permee al otro conforme se esclarecen los hechos. Sin embargo, este diálogo no es posible si no revisamos nuestras propias resistencias, que son las que moldean nuestra forma de entender el mundo.

Si equiparamos a la tuna con una familia que “cría” a sus nuevos miembros (los novatos), debemos evitar la imposición de mandatos rígidos y absolutos. Este tipo de dinámicas eliminan el pensamiento libre y crítico de los nuevos integrantes. No se trata de ordenar y acatar sin reflexión, sino de formar en un ambiente que permita el desarrollo simbólico y el intercambio respetuoso de ideas. Cuando los vacíos de la mente se reemplazan por certezas rígidas, estas se convierten en “verdades absolutas”, y cualquier cuestionamiento de ellas es percibido como una amenaza.

 

La importancia de romper con el fanatismo

El fanatismo tiende a idolatrar las ideas, considerándolas el centro de toda satisfacción. Esto puede llegar a extremos, como destruir a quienes se atrevan a cuestionarlas, pero incluso en sus formas más cotidianas, como la testarudez o la obstinación, el fanatismo dificulta el diálogo y el aprendizaje.

En la tuna, hemos visto pequeños actos de fanatismo que refuerzan dinámicas autoritarias y limitan el pensamiento crítico. Es crucial que, como grupo, fomentemos una actitud más dialogante y tolerante, en la que las diferencias de pensamiento no se perciban como una amenaza, sino como una oportunidad para enriquecer nuestra comprensión.

 

El conocimiento científico como herramienta para avanzar

El conocimiento científico se define como un conjunto ordenado de saberes que se contrastan y se comprueban a través de la experimentación y la observación. Este tipo de conocimiento busca objetividad y racionalidad, generando resultados que pueden ser replicados y analizados por otros.

El método científico se basa en principios fundamentales como la observación, la experimentación, la demostración, la crítica (en forma de discusión en la comunidad científica) y la intersubjetividad (es decir, la posibilidad de que otros puedan comprobar y transmitir el conocimiento). Sin embargo, en la tuna, ha predominado el conocimiento empírico, basado en la experiencia subjetiva y las tradiciones repetidas sin cuestionamientos.

Esto no significa que debamos abandonar la pasión por la tuna o la riqueza de sus tradiciones. Al contrario, amarla implica estudiarla, reconocerla y darle el valor que merece. Las creencias, aunque son un paso inicial hacia el conocimiento, deben ser evaluadas y actualizadas para evitar caer en el territorio del fanatismo.

 

Reflexión final

El desafío que enfrentamos no es menor. Cambiar nuestras ideas sobre la historia y el propósito de la tuna implica abandonar certezas, tolerar la incertidumbre y abrirnos a nuevas posibilidades. Este proceso requiere esfuerzo y reflexión, pero es esencial si queremos avanzar como comunidad.

En lugar de aferrarnos a mitos que nos proporcionan una falsa sensación de grandeza, debemos abrazar la humildad de nuestro origen real y trabajar juntos para construir una historia basada en hechos y valores auténticos. Solo así podremos honrar verdaderamente a la tuna y garantizar que su legado sea tan valioso como genuino.

 

Bibliografía

Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. Obras completas. Buenos Aires. Ed. Amorrourtu

Goldstein, M., (2019) El sujeto de la creencia fanatizada. Revista de Psicoanálisis., Tomo LXXVI N° 4. Recuperado en: http://apa.opac.ar/greenstone/collect/revapa/index/assoc/20197604/p0049.dir/REVAPA20197604p0049Goldstein.pdf

Puchol, M (2016). El fanatismo de la vida cotidiana. Fanatismos. APM. Madrid: Lúa Ediciones. Recuperado en: https://mercedespuchol.com/es/el-fanatismo-de-la-vida-cotidiana-2/