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TUNA Y ARTE
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La Tuna de Cámara

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De la afanosa razón por la que créase esta Tuna de Cámara, que se dirá luego; y que no es otra que ahuyentar a la Muerte

 Eduardo Maestre Cuadrado transp

Eduardo Maestre

 

 

Llegar, en esta tarde de Difuntos,

a esta plaza a cantar o a beber vino

es arrojarle un órdago al Destino

y ganarle a la Muerte por los puntos.

 

 Aquí estamos para la investidura

de esta Tuna de Cámara impaciente

por cantar, por lucir su independiente

escudo, por iniciar su andadura.

 

Alguno de nosotros aún es mozo,

pero los más frisamos los cincuenta

(Don Jesús pasa ya de los sesenta)

mas todo lo mitiga el alborozo.

 

Por ser humanos, somos miserables

que a lo nuestro atendemos solamente;

olvidamos qué fuera ser clemente

con las faltas ajenas; despreciables

 

nos parecen esas debilidades

que tienen los demás; y las juzgamos

con rigor, cual si del Mundo amos

fuéramos: sin piedad y sin bondades.

 

Duros de corazón, ya, sin clemencia,

una piedra es el pecho; nos atiza

la experiencia, que quema y carboniza

la ilusión, el ensueño y la inocencia.

 

Y siendo así, que incluso, por dinero,

podríamos bajar a los infiernos;

que el interés consigue retorcernos

y el beneficio propio es lo primero,

 

¿qué fuerza misteriosa es la que incita

a estos señores de mediana edad

a abandonar su hacienda y su heredad

y a acudir como novios a esta cita?

 

¡Que es cosa que confunde y maravilla

enfundarse en un traje que hoy es chanza

y motivo de burlas y asechanza

de la mitad del pueblo de Sevilla!

 

¿De dónde nace el brillo que en sus ojos

hoy se percibe como si luces fueran?

¿Producto es del rioja que hoy bebieran

al almorzar? ¿Por eso están tan rojos?

 

Yo creo que no. Yo creo que está atrapada

una ilusión siempre al fondo del Hombre

que surge invicta, si hay algo que la asombre,

cual Ave Fénix, cual viva llamarada.

 

Esa ilusión nos lleva hasta el infarto

y nos vestimos con atavíos extremos;

que, más que trece tunos, parecemos

trece validos de Don Felipe IV.

 

Quisimos, entre bromas y entre veras,

nacer en este puente de Difuntos

por que el Mundo contemple, todos juntos

en esta plaza, a trece calaveras.

 

Pregunto al corazón ¿cuál es la causa

de estar aquí reunidos? ¿Qué nos mueve

a vestirnos así? ¿Qué nos conmueve

para ensayar, sin prisa mas sin pausa?

 

Busco y rebusco, por ver si veo alguna

razón en Cicerón, leo las Sentencias

de Aristóteles buscando las esencias

que nos mueven a haber hecho esta tuna.

 

No es la Música el fuego que nos arde,

por más que con canciones festejemos

estar vivos aún; ni que cantemos

es el motivo de estar aquí esta tarde.

 

Tampoco el Vino es, aunque esa roja

sangre de Cristo que nos trasegamos

sería un motivo digno: incluso estamos

pensando en trasegarnos La Rioja.

 

Ni siquiera el Amor es un motivo

para jurar esta vida de tuno,

pues que el Amor nos tiene, a más de uno,

muerto de Amor y por el Amor, vivo.

 

¿Qué es, pues, si no es la Música ni el vino,

ni el Amor, ni un interés vicario,

ni la querencia por lo tabernario

lo que nos mueve a andar este camino?

 

Yo os lo diré, que es cosa nunca oída

y siempre eterna: es un afán cortés

un imposible afán, puesto que es

no dar la juventud por concluida.

 

 

Octubre de 2010.