'Correr la tuna' y 'estudiante de la tuna', expresiones que inducen errores
Félix O. Martín Sárraga
Conferencia presentada el 18 de enero de 2025 en el VIII Congreso Iberoamericano de Tunas.
Los significados actuales de las palabras no se pueden aplicar a los textos escritos en los siglos precedentes (anacronía) porque, al igual que muchas cosas en la vida, sus significados varían con el paso del tiempo (cambios semánticos). De igual modo ha de tenerse presente que la transmisión oral de los hechos acontecidos en el pasado (tradición oral) generalmente no incluye la verificación de los mismos así como que cada elemento de su transmisión oral pudo alterar el contenido inicial, llegando al final un mensaje distorsionado y poco veraz (Vansina, 1966).
Los significados actuales de las palabras no se pueden aplicar a los textos escritos en los siglos precedentes (anacronía) porque, al igual que muchas cosas en la vida, sus significados varían con el paso del tiempo (cambios semánticos). De igual modo ha de tenerse presente que la transmisión oral de los hechos acontecidos en el pasado (tradición oral) generalmente no incluye la verificación de los mismos así como que cada elemento de su transmisión oral pudo alterar el contenido inicial, llegando al final un mensaje distorsionado y poco veraz (Vansina, 1966).
En esta investigación recurrimos a establecer los descriptores relacionados con las dos expresiones a estudiar ('correr la tuna' y 'estudiante de la tuna'), así como sus sinónimos. Otras maneras de hablar sobre la costumbre de 'correr la tuna' fueron 'excursión estudiantina', 'ir de estudiantina' (Martín Sárraga, 2019), 'estudiantina' (La Ilustración Española y Americana, 1886) y 'caravana estudiantina' (Martín Sárraga, 2020a), que pasaron a la lista de descriptores.
Material y Método
Hemos recurrido a buscar los descriptores en las fuentes escritas (libros de cordel y artículos de prensa) de los repertorios digitalizados y diccionarios históricos digitalizados existentes en línea por entender que plasmaron las novedades e inquietudes de la sociedad en cada momento, cual notarios de la actualidad.
Para validar los datos recurrimos a los diccionarios históricos, verdaderos fedatarios de lo que querían decir las palabras en cada momento, dado que la aplicación anacrónica de los equivalentes actuales ha estado fomentando errores desde hace varias décadas, justificando esta investigación.
Hallamos los siguientes significados cuando estas palabras se emplearon en los siglos pasados:
Tuna
Desde su aparición en 1609 significó higo de la India (Vitori, 1609) o higuera de las indias, añadiendo el significado de vida holgazana y vagamunda (RAE, 1739). Luego se añadió Dícese especialmente de los estudiantes que recorren las calles cantando y tocando y sacando para vivir o divertirse (Domínguez, 1853), correr la tuna, familiarmente tunar (RAE, 1884), y holgazanería (Terreros y Pando, 1788).
En el siglo XX se sintetizó uno de sus significados como vida holgazana y vagabunda (Toro y Gómez, 1901), apareciendo la primera asociación con la estudiantina (RAE, 1914).
Tunar
Desde su aparición en 1739 significó andar vagando en vida holgazana, libre y de lugar en lugar (RAE, 1739) o expresión similar, añadiéndose luego correr la tuna con objeto vario; andar de pueblo en pueblo cantando y tocando instrumentos, pidiendo para vivir, etc. (Domínguez, 1853).
Tunante
Desde su aparición en 1739 significó el que tuna o anda vagando (RAE, 1739), añadiéndose luego los significados de vagabundo, pordiosero y tuno (Terreros y Pando, 1788) astuto, taimado (RAE, 1817), pícaro (RAE, 1843). Diez años después se especificó como el que anda vagando ociosamente como un perdido cuando debiera trabajar en algo con arreglo a sus fuerzas, disposición, etc. / pícaro, taimado, bribón / Alguno usan también de la terminación femenina llamando tunanta a la mujer pública, escandalosa, de mala vida e inmorales costumbres (Domínguez, 1853); pícaro, bribón, taimado (RAE, 1869).
Resultados
Dado que la mayoría de datos aparecen durante el costumbrismo decimonónico, hemos de delimitar dicho periodo. Hay disparidad entre los autores que intentan delimitar su inicio en España. Para Clifford Marvin Montgomery fue en 1750 (Montgomery, 1931), mientras que un sector crítico propone su inicio hacia 1820 (Rubio Cremades, 2025) y el Ministerio de Educación y Formación Profesional lo establece en el entorno de 1837 (INTEF, 2025).
De modo contrario, en lo relativo a su finalización, solo encontramos que perduró hasta avanzada la mitad del siglo XIX (Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales, 2015), pareciendo lógico pensar que el declive en el interés del público por los cuadros de costumbres pudo determinar el cierre de los medios impresos en que escribieron los principales autores costumbristas. Siguiendo esa línea, vimos que el Semanario pintoresco español, una de las principales revistas costumbristas, circuló entre 1836 y 1857 (BVMC, 2025), aportando su cierre una potencial fecha de referencia, ya que difícilmente podría mantenerse rentable su venta en tiempos en los que la moda que animaba a sus lectores había decaído.
Pasamos a plasmar los datos hallados en función del siglo en que se publicaron dando lógica preferencia a las fuentes primarias, especialmente las coetáneas con el hecho que mencionan.
Datos previos al siglo XIX
La referencia más antigua que hemos detectado sobre estas cuadrillas es la descrita en la novela La pícara Justina (1605). Se trató de un grupo de siete miembros que iban disfrazados, especialmente de canónigos y arcedianos. Usaron apodos, robaban y reñían con todos, estafaban a posaderos y llevaban una vida tunantesca (La Gaceta Literaria, 1930).
Buscamos la palabra tunantesco/a pero no existe en los diccionarios históricos. Recurrimos a buscar su raíz 'tunante', que no se incorporó hasta 1739 (más de un siglo después) para significar "participio activo del verbo tunar. El que tuna o anda vagando" (RAE, 1837), con ello la expresión "llevaban una vida tunantesca" quiso decir que llevaban una vida de vagabundos.
También sobre este periodo temporal se ha dicho que Miguel de Cervantes Sahavedra mencionó a dos estudiantes de la tuna en Pinto que se ganaban la vida durante el verano y recaudaban también para asistir a clases en el invierno (Fernández y González, 1876).
En lo referente a estos estudiantes de la tuna (entiéndase con su significado de entonces: estudiantes vagabundos), Ugo Pesci considera que fue uno de los más hermosos tipos españoles de los tiempos de Gil Blas (1715). Siempre amigo de los muleros/arrieros, viajaban gratis con ellos, dando la razón al proverbio que decía con latín y rocín andarás el mundo (L'Illustrazione Italiana, 1879). José de Calasanz Zahonero de Robles dijo que eran viajeros, alegres y bohemios, pendencieros, ingeniosos, audaces, valerosos y enamorados, conocedores de la esgrima y del juego (prohibidos expresamente a los escolares), pudiendo ser frívolos (Calasanz Zahonero de Robles, 1881).
Luego afloró una alusión en la palabra bigornia, que en 1726 quería decir methaphoricamente se llaman así algunos guapos que andan en cuadrilla y agavillados para hacerse temer (RAE, 1726) y siendo agavillado sinónimo de gente ruín (RAE, 1726) pero la investigación de este vocablo en la prensa no derivó en hallazgo alguno.
Treinta años después Fr. Benito Gerónimo Feyjoo y Montegro dijo que en estas cuadrillas que corrían la tuna hubo bastantes extranjeros que, con la capa de devotos peregrinos, son verdaderos tunantes que, de una parte a otra, sin salir de España y sin piedad alguna, se sustentan a cuenta de la piedad agena [sic] (Feyjoo y Montegro, 1769). Debe considerarse que la palabra tunante apareció por primera vez en un diccionario treinta años antes para significar el que tuna o anda vagando (RAE, 1739) y tuna equivalía a decir vida holgazana, libre y vagamunda (RAE, 1739), dicho más concisamente vagabundos holgazanes.
Datos aflorados en el siglo XIX
Curiosamente aparece una alusión a la costumbre de correr la tuna en el siglo XVIII en pleno apogeo del costumbrismo:
Aún duraba entonces entre los pobres estudiantes de España la costumbre de salir de romería en las vacaciones de verano a correr la tuna, como solía decirse, para recibir de la caridad los medios de alcanzar la sabiduría. Cambiaban sus equívocos latines; música y chuscadas, por lo que se les quería dar por ellas. Algunos caballeros y jóvenes pudientes acostumbraban también, atraídos por la holganza de aquella vida, juntarse con las caravanas de estos doctos de la legua, y su concurrencia ennoblecía hasta cierto punto la especie.
(García de Villalta, 1835)
La documentación publicada por sus coetáneos (fuentes primarias) hace pensar que a mediados del siglo XIX la expresión 'correr la tuna' debió ser de uso generalizado pues, en las décadas previas a su primera aparición en un diccionario histórico como sinónimo de tunar (Domínguez, 1853), se publicaron dibujos de estudiantinas en actitud postulante mientras tocaban instrumentos, hecho que pudo deberse al costumbrismo literario y pictórico que estuvo de moda en toda Europa e Hispanoamérica (Nicolopulos, 2008).
Los grabados de los pliegos sueltos de la primera mitad del siglo XIX presentan a los 'estudiantes de la tuna' en cuadrillas, famélicos y andrajosos (Semanario Pintoresco Español, 1841) y entonces se recordaba que los corrían la tuna iban asociados a muchachos pobres y recorrían las provincias con guitarra, pandereta y otros instrumentos en vacaciones regresando con dinero para pasar el año (Semanario pintoresco español, 1855).
(Spain revisited, 1836). (Semanario pintoresco español, 1839) (El Fandango, 1845)
Es importante tener presente que Antonio Capmany y de Montpalau equiparó a la 'gente de la tuna o de la briba' con la 'pillería', y a 'tuno' con 'pillo' y 'vago' (Capmany y de Montpalau, 1805). En la década siguiente se equiparaba 'pordiosero, mendigo de puerta en puerta' con los 'de la tuna' así como la 'gente de la tuna' con la 'briba, pillería' (Núñez de Taboada, 1812), siendo 'briba' sinónimo de 'la holgazanería y arte picaresca de los que fingen miseria y hacen arenga de pobres por no trabajar y vivir a su libertad… viene del francés ‘bribeux’ que es bribón' (RAE, 1726). Entonces fueron sinónimos 'briba' y 'bribia', especificándose que 'bribia' era 'el arte y modo de engañar halagando con buenas palabras y que echar a la bribia quería decir hacer arenga de pobre, representando necesidad y miseria' (RAE, 1803). Al trazar la historia de la bribia / bribones en España, se emplazaba su origen en el reino de Túnia, siendo indispensable conocerlo para indagar el origen del bandolerismo o de la picaresca. Para Zugasti la picaresca tenía grados. La primera región era el reino de Túnia, al que acudían los aspirantes a ser verdaderos hampones, 'cuya vida calificaban de libre, alegre y venturosa porque, llevados de su inclinación maleante y picaresca, desafiaban contentos las incomodidades y miserias…' Dicho de otra forma, a su paso dejaban galantes aventuras, ingeniosos petardos, hurtos y burlas (Zugasti, 1880), entendiendo 'petardo' como 'estafa o engaño que se hace pidiendo prestado y no [de]volviéndolo' (RAE, 1737). Lo primero que aprendían para progresar en la 'jacarandina o junta de rufianes o ladrones' (Terreros y Pando, 1787) era el uso de la 'flor de feila' (Zugasti, 1880), a la que recurrían 'los ladrones cuando los cogen en algún hurto, que se fingen desmayados o con mal de corazón' (RAE, 1732). Unos se limitaban a 'gozar la vida libre' y muchos acababan en 'galeras o en la horca' (Zugasti, 1880). 'Por gusto o por necesidad [para no caer en manos de la justicia], el tuno cambiaba de residencia' frecuentemente y muchos hijos de buenas familias huían de la universidad hacia los 'cotorros de la bribia' (Zugasti, 1880), entendiéndose por 'cotorro' un 'pozo de corrupción' (Stevens, 1706), señalando figurativamente un espacio de decadencia moral.
J.M. Villegas relató una 'excursión estudiantina' de seis escolares desde Salamanca a Lisboa a mediados de 1833, uno de ellos era criado de un estudiante acomodado (El Correo de Ultramar, 1853). En 1866 se dijo que los 'estudiantes de la tuna' acudían a la 'sopa boba' (El Tajo, 1866), pero ello aconteció 52 años tras desaparecer su reparto generalizado en el país (Martín Sárraga, 2022). Parece confirmar lo anterior que, en 1844, se publicara que en Valencia no había escolares sopistas (Boletín de Medicina, Cirujía y Farmacia, 1844). En la década siguiente Vicente de la Fuente defendió el reparto de la desaparecida sopa de los conventos, no describiendo estudiantes entre los sopistas:
… casi siempre pobres conocidos y elegidos, y acerca de ellos se tomaban informes si no había en la comunidad quien los conociese. Eran por lo común ciegos, cojos, mancos, tullidos, ancianos imposibilitados de trabajar, epilépticos, jornaleros sin trabajo, jornaleros de poco jornal y cargados de familia, viudas de trabajadores, á veces de criados y jornaleros de la casa, viudas cargadas de hijos, con niños de pecho.
[…]
…no era dada indiscretamente, ni menos á picaros y holgazanes. Los frailes sabían muy bien á quién la daban…
(de la Fuente, 1871)
Arias Jirón, al hablar de los 'estudiantes de la tuna', habló de una cuadrilla de tres personas que 'corrió la tuna'. Uno de ellos ya estaba licenciado y los otros no pudieron matricularse en Santiago por no haber estudiado el año anterior (Semanario Pintoresco Español, 1839) por lo que, stricto sensu, ninguno fue estudiante.
En la década siguiente se especificó que estas cuadrillas empleaban guitarras y panderetas y tenían como finalidad exclusiva la de satisfacer la voluntad de sus integrantes sin limitación alguna (El Guadalhorce, 1840). Entonces Vicente de la Fuente publicó una definición de tuna:
La tuna se define, una vida vagamunda y holgazana; pero en lenguaje estudiantil significa más, pues equivale á divertirse y comer sin estudiar.» Se divide en solitaria y simultánea. La primera es cuando un estudiante se halla declarando en trueno pero á pesar de eso continua durante el curso sus estudios, sin agregarse á ninguna pandilla, frecuentando la sopa dé los conventos: (esta definición es de in illo tempore). La segunda es, cuando un estudiante se agrega con otros para vivir á palio, bajo las reglas de buena sociedad, y especular con su buen humor y sus instrumentos pro pane lucrando.
(Semanario Pintoresco Español, 1842)
Fíjense que, para justificar la condición de sopista del escolar pobre, dicho autor alude a un pasado que no ha contrastado alegando el argumento de que la 'definición es de in illo tempore'.
Al año siguiente este autor se reafirmó en la definición de 'tuna' diciendo que equivalía a 'una vida vagamunda y holgazana; pero en lenguaje estudiantil significa más, pues equivale á divertirse, y comer sin estudiar' (Semanario Pintoresco Español, 1842). Se decía de ellos que decían desvergüenzas a las muchachas, bufonadas a las viejas y sandeces a cuantos pillaban para sacarles el dinero (El Laberinto, 1843). Este autor los describió en cuadrilla tocando guitarra, pandereta y flautines, luciendo tricornio y manteo sobre su levita acosando mujeres a las que sacarle algún dinero, aí como burlándose de los hombres del campo (Semanario Pintoresco Español, 1841). Reconoció que entre ellos hubo 'estudiantes de la tuna' por necesidad y otros por vagancia y que a éstos se les unían estudiantes ricos y nobles (de la Fuente, 1843). Sin embargo esta costumbre de jóvenes armados de guitarra, flauta y pandereta que recorrían las poblaciones de España durante las vacaciones de verano mendigando una limosna estaba desaparecida (Gonzalo Morón, 1842) o extinguiéndose (El Fandango, 1845; La Ilustración Española y Americana, 1870), poniéndole la puntilla ese año el Plan Pidal con el que el Estado asumió en 1845 la función docente (Universidad de Sevilla, 2024). Fue este plan de estudios lo que determinó que los escolares abandonaran esta costumbre en 1845 (Amador de los Ríos, 1863), manifestación en sintonía con nuestros datos (Martín Sárraga, 2020b) aunque en Sevilla se viera alguna cuadrilla al año siguiente (El clamor público, 1846). Julio Monreal confirmó el momento y causa de la desaparición de estas cuadrillas:
…vino un día funesto para la 'Tuna'. Mandóse de orden superior suprimir tricornios, manteos y sotanas, y por más que diga el refrán que 'el hábito no hace al monje', desde aquella fecha perdieron los escolares sus antiguas tradiciones… En el último Carnaval han querido unos cuantos estudiantes desenterrar la antigua vida y 'correr la tuna', más… La 'tuna' moderna era una débil sombra de la antigua, y en lugar de correr uno y otro pueblo de Castilla, a pie… han aprovechado el ferro-carril y partido a largas distancias viviendo en fondas a sus expensas, nada menos que en la capital de Francia… Las costumbres pasaban con los tiempos y no es posible resucitarlas... Los manteos, sotanas y tricornios concluyeron, y con ellos acabo también para siempre lo que se llamaba 'correr la tuna'.
(Almanaque de la Ilustración, 1879)
Se dio a entender que la mayoría de las comparsas que corrieron la tuna aparecieron en el periodo comprendido 1821 y 1850 (La Esperanza, 1850), vinculándose su desaparición al Plan de Estudios de 1845 (Plan Pidal):
…vino un día funesto para la 'Tuna'. Mandóse de orden superior suprimir tricornios, manteos y sotanas, y por más que diga el refrán que 'el hábito no hace al monje', desde aquella fecha perdieron los escolares sus antiguas tradiciones. […]La 'tuna' moderna era una débil sombra de la antigua, y en lugar de correr uno y otro pueblo de Castilla, a pie, siendo a la par embeleso y plaga de mesones y aldeas, han aprovechado el ferro-carril y partido a largas distancias viviendo en fondas a sus expensas, nada menos que en la capital de Francia.
(Almanaque de la Ilustración, 1879)
José Amador de los Ríos equiparó los estudiantes de la tuna con cuadrillas de vagos y afirmó que los hubo hasta 1845, cuando el Plan de Estudios prohibió el traje talar y dejaron de formarse estas cuadrillas (Amador de los Ríos, 1863). Se recordó que en sus filas se incorporaron escolares de casas acomodadas que deseaban conocer mundo (El Español, 1847), luego Vicente de la Fuente los equiparó a sopistas (de la Fuente, 1871).
El teatro vio en sus escenarios esta costumbre:
- Sainete: El maestro de la tuna (González del Castillo, 1848), que presenta a un tunante que alardeaba de hacer tunantadas, palabra incorporada por primera vez en un diccionario poco antes como sinónimo de picardía, maldad (Salvá, 1846).
- Comedias: La hipocresía del vicio (Bretón de los Herreros, 1859), El novio de Buitrago (Biblioteca Dramática, 1846) y Quimeras de un sueño (García Vilamala, 1874).
- Dramas: Cecilia la cieguecita, donde aparece una comparsa de estudiantes de la tuna integrada por ciegos (Gil y Zárate, 1861) y Católicos y hugonotes (Perrín y Vico, 1879).
- Zarzuelas: El novio pasado por agua (Bretón de los Herreros y Hernando, 1852) y Pepe Hillo (Puente y Braña & Cereceda, 1873).
La literatura también los incorporó, como el caso de Cecilia Böhl de Faber que, bajo el pseudónimo Fernán Caballero, plasmó en La estrella de Vandalia, novela en la que hay una escena con 'estudiantes de la tuna' de vestidos desgarrados y manteos terciados que vivían sin vergüenza de la bolsa ajena y cantaban con guitarra, palillos (castañuelas) y pandereta (Böhl de Faber, 1857).
Su imagen proyectada pasó la fronteras, equiparando la Academia Austriaca de Ciencias a los manteístas con 'músicos ambulantes, estudiantes de la sopa y tunantes', diciendo que 'rasgaban o ensuciaban deliberadamente su vestimenta para dar la apariencia de estudiantes mendicantes' (Österreichische Akademie der Wissenschaften, 1859).
Teodoro Guerrero y Pallarés afirmó en el último tercio del siglo que el lema de los estudiantes de la tuna era 'Omnia mea mecum porto' (Guerrero y Pallarés, 1877), que se traduce como 'Todo lo mío lo llevo conmigo'. Tras su desaparición se vinculó la costumbre de correr la tuna a los sopistas:
El sopista mendigaba también. La pobre comida solía no faltarle, y, quizá́, tampoco techo y cama … pero el coste de grados, títulos y demás gastos, tan precisos como irrealizables sin algún metálico, no tenían excusa, y para subvenir á ellos era necesario correr la tuna. Sólo podía hacerse en la época de vacaciones; durante el curso lo impedía la asistencia precisa á las aulas… y provistos de instrumentos músicos, lo mejor que podían, comenzaban su peregrinación por los pueblos de la provincia, divididos en cuadrillas ó estudiantinas, recogiendo, á cambio de alegres serenatas, donosos cantares y originales romances, limosna suficiente para continuar sus estudios en la Universidad Complutense ó en los centros de enseñanza que Madrid ofrecía.
(La Ilustración Española y Americana, 1886)
Este contenido se confirmaba el mismo año en otra fuente (Revista Contemporánea, 1886). Al año siguiente hallamos más referencias en la Historia de las universidades, colegios y demás establecimientos de enseñanza en España que los que no terminan sus estudios se vuelven bagamundos:
…siendo muchos los que, ó por falta de hacienda, ó mengua de talento, se quedan en solos los principios de Gramática, y con ellos tienen ánimo de aspirar al sacerdocio. Y algunos que no pueden llegar á conseguir las órdenes se quedan en estado vagamundo [sic].
(de la Fuente, 1887)
El ofreció la siguiente llamada al pie con el caso de un escolar de Alcalá:
Tenía aquel célebre sopista mucha edad, se matriculaba todos los años en primero de Leyes pero nunca ganaba curso. Desapareció de la Universidad el año de 1834, al principio de la guerra civil [primera Guerra Carlista], y corrió la voz de que había sido fusilado por espía.
(de la Fuente, 1887)
Los tres casos casos, tras más de 70 años de desaparecer el reparto generalizado de la sopa boba y no siendo factible que los autores hubiran sido testigos del hecho todo hace pensar que los contenidos pudieron estar dirigidos a rescatar unos lectores a los quwe ya no les atraían los cuadros de costumbres.
Estos hallazgos confirman lo publicado hace casi una década (Martín Sárraga, 2016), destacando los escasísimos datos hallados:
Número de integrantes
Estuvieron integradas por escaso número de personas: desde dos (Fernández y González, 1876) o tres (Semanario pintoresco español, 1839; Revista Hispano-Americana, 1867) o cuatro (Diario de Cartagena, 1807; García de Villalta, 1835; Semanario pintoresco español, 1848) hasta siete (Salvá, 1846; El Pensamiento Español de 1868, 1871) u ocho (Diario Oficial de Avisos, 1848).
Tipos de integrantes
Los escolares fueron una minoría en estas cuadrillas a finales del siglo XVIII, luego Giménez-Serrano escribió sobre una conformada por cuatro personas, tres de los cuales eran descabezados rapistas (Semanario Pintoresco Español, 1848), refiriéndose a barberos fuera de razón (Salvá, 1846). También hubo escolares de casas acomodadas que deseaban aventuras y conocer mundo (El Español, 1847) y, al menos, un licenciado y gente ajena a la academia (personas no matriculadas) (Semanario Pintoresco Español, 1839).
Vicente de la Fuente también afirmó que no todos sus integrantes eran estudiantes ni personas tenidas como “decentes”, usando motes/apodos (El Pensamiento Español de 1868, 1871) que dificultaron la acción de la justicia tras los hurtos. Poco después también se fue crítico con ellos:
Son o no estudiantes, y aún puede asegurarse que ellos en su gran mayoría, o no han pisado las aulas de los colegios universitarios o ahorcaron hace tiempo sus libros y carrera; pero estudiantinas se llamaban antaño aquellos grupos de truhanes que salían de las Universidades de Salamanca o de Alcalá de Henares acompañados de guitarras, flautas y la necesaria pandereta, y mal cubiertos con un desgarrado manteo y un sucio tricornio, para correr la tuna por algunas ciudades de España.
(La Ilustración Española y Americana, 1873)
Un lustro más tarde se insistía en que muchos de los que componen esas cuadrillas no han pisado las aulas (El Globo, 1878), recordaba esta costumbre estudiantil (Revista Contemporánea, 1893).
Dado que la mayoría de sus integrantes no fueron escolares y que regresaban con dinero suficiente para pasar el año, cabe la posibilidad de que alguna de estas comparsas se creara por vagabundos holgazanes que deseaban divertirse y vivir sin trabajar, en sintonía con la primera definición de tuna como vida vagamunda y holgazana, que equivalía a divertirse y comer sin estudiar (1842).
Colectivos a los que se asociaron
Los datos, escasísimos en este tema, señalan que solían viajar con arrieros/muleros (Semanario Pintoresco Español, 1839; Diario Oficial de Avisos, 1848) y comediantes (La Ilustración Española y Americana, 1878), muy posiblemente buscando seguridad ante la actividad de bandoleros.
También se asociaron a muchachos pobres (Semanario pintoresco español, 1855), pobres lisiados, ó mujeres escuálidas con sus niños de pecho (de la Fuente, 1871).
Imagen proyectada
La sociedad los veía como a ladrones (Semanario Pintoresco Español, 1839; Semanario Pintoresco Español, 1841; Revista Hispano-Americana, 1867) y personas dadas a la riña, engaño y de dudoso cobro de las deudas que sacaban el dinero a cuantos podían y decían desvergüenzas a las muchachas, bufonadas a las viejas y sandeces a cuantos pillaban (El Laberinto, 1843).
Estos datos demuestran que los integrantes de las cuadrillas que corrían la tuna, conocidos como estudiantes de la tuna, eran tenidos por la sociedad como ladrones, personas dadas a la riña, engaño, gente ruín, bohemia, pendenciera y desvergonzada que realizaba bufonadas, profería sandeces para sacar dinero y se burlaba de los campesinos.
Explotación estadística de las fuentes
Teniendo en consideración que autores coetáneos afirmaron que en 1845 desapareció la costumbre de correr la tuna (y, con ello, los estudiantes de la tuna), determinamos que el 37% de las fuentes se publicaron antes de 1845, el 62% en 1845 o posteriormente y, de éstas, el 35% en 1875 o más tarde. Con estos datos vemos que casi el doble de las fuentes hablaron de ello después de haber desaparecido y una quinta parte de ellas (22%) se publicaron 30 o más años después de extinguirse la costumbre, por lo que difícilmente pudieron haber sido testigos del hecho del que escribieron. Esto es importante porque, como toda transmisión oral, algo aprendido de oídas que no fue verificado por quién lo transmitió (Vansina, 1966b) pudo alterarse por las diferentes personas de la cadena auricular (Vansina, 1966e).
La explotación estadística de las fuentes demuestra que el 96% se publicaron en el siglo XIX, no habiendo diferencias al ponderarlas por el inicio del costumbrismo indicado por la INTEF, Montgomery o el sector crítico:
Conclusiones
1. Se utilizó 'estudiantes de la tuna' como nombre genérico de los integrantes de las cuadrillas que 'corrieron la tuna', fueran o no escolares, por lo que se afirmó que la gran mayoría no pisó las aulas. Entre los escolares hubo estudiantes ricos y nobles que deseaban correr aventuras y/o conocer mundo.
2. Entre la gente ajena a la academia, identificamos en estas cuadrillas a bastantes extranjeros, barberos y licenciados.
3. El escaso número de artículos de prensa coetáneos y la elevada proporción de obras de ficción (literarias, teatrales, musicales y pictóricas) hace pensar que la imagen transmitida por las cuadrillas que corrían la tuna y los estudiantes de la tuna se generó a partir de algo no verificado y aprendido de oídas durante el costumbrismo decimonónico.
Abreviaturas
Edit.: Editor
dir. : Director
Impr.: Imprenta.
red. ppal.: Redactor principal.
p.: Página
Fuentes bibliográficas
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